jueves, 16 de junio de 2011

Transición para Libia



Transición, transición es la palabra clave. El concepto más apreciado por toda la cohorte de las sanguijuelas monarquicas y el palabro más suculento para toda la casta de privilegiados profesionales del poder. La transición es muy española, como el toreo o la Inquisición. Tan española que es uno de los productos del que más se presume cuando se habla de apañar un país en conflicto. Estan tan orgullosos, los beneficiados, que no dudan en ofrecer el modelo como salva patria o salva privilegios.

Según a quién se le pregunte, te puden dar una receta u otra con diferentes matices, para abordar una buena transición, pero la esencia siempre es la misma, por ejemplo:

El Jefe de Estado conviene que sea el alumno más aventajado del dictador, con cierto talante militar pero y a la vez, intentando parecer cercano al populacho. Una función teatral que interpretará a la perfección si se le riega bien con sueldazos, para él, para toda su familia directa, para toda su familia indirecta y para las mascotas si es necesario. Para asegurarse de su locuaz interpretación, el jefe de Estado seguirá recibiendo emolumentos, en tantos por cientos, por cada movimiento financiero que se realice desde el Estado con otro país.

Los familiares del dictador serán agasajados con títulos nobiliarios y con ciertos privilegios a cambio de que se queden quietecitos, calladitos y como mucho, con cierta presencia en la prensa rosa, donde se permitirá todo lo que haga falta.

El congreso se dividirá en dos grandes grupos de gobierno y algunos grupos políticos pequeñitos y muy localizados en ciertas regiones de país que le darán a la democracia un toque como de más moderna. Se dictarán unas leyes electorales que impida que jamás un grupo de izquierda pueda acceder al poder. Los dos grupos de poder convienen que estén formados: uno por los políticos más afines al dictador en su época más moderada y de mejor prensa que suele coincidir con los últimos años del dictador y el otro grupo por los nietos de los que no pudieron entrar en este último grupo con el fin de inyectar juventud en el sector que tomará el relevo en el poder. Si algunos de estos nietos viniesen de familiares demasiado identificados con la dictadura se les modifica un poco el corriculum de la familia e incluso la historia y así se asegurará la alternancia y el equilibrio necesario. Si surgieran líderes por la izquierda que tomasen cierto prestigio, el dinero solucionará ese ansia de figurar y si el dinero no lo atrae hacia uno de los grandes grupos, los medios de comunicación ya se encargarían de que su voz disonante no se escuchara, de tal manera que si insistiera, él mismo se abocaría al aislamiento.

Los medios de comunicación se dividirían en dos bloques. Uno apoyando a una opción de poder y otro a la otra opción de poder. De esta amenera se asegurarían épocas de de vacas gordas y otras épocas de periodismo independiente. Por supuesto libertad total para que unos cambién de bando si les apetece, o para que unos inviertan en otros para propiciar ecercamientos, de todas formas , la información debe de llegarles de las agencias para facilitarles sus matizaciones.

El ejercito, tendrá un tono más moderno, sobre todo a nivel de propaganda, para que el populacho este más tranquilo, pero no conviene cambiar nada más, es mejor conservar el mismo mando, las mismas reglas internas, aunque lo suyo es que la inversión en las fuerzas armadas se multiplique progresivamente y sobre todo el sueldo de los profesionales del orden.

El código penal, es mejor no tocarlo, algunas variaciones de comas y giros que permitan más riqueza de interpretaciones, pero sin modificar la esencia.

La educación para las nuevas generaciones estará orientada a la defensa del sistema y de forma paulatina y manteniendo ciertos símbolos de la antigua época se les hará entender que fue el antiguo régimen el que propició esta intachable democracia.

Con estas medidas, y algunas más, por supuesto, esto no es fácil, la transición será modelica, no se dañará la armonía y muchos serán felices y comerán perdices, aunque, sólo cuando lo decida el mercado, pero esa es ya otra historia.