“La Rebelión de los niños muertos”, fue el quinto cuaderno de poesías que publiqué. Esta obra, aunque la edité en 2002, la venía escribiendo desde el siglo pasado y la chispa que prendió mi inspiración, para dar luz a este conjunto de denuncias versificadas, fue una penosa noticia emitica por algunos medios de comunicación, justo cuando languidecía el siglo: “cada 54 segundos muere un niño de hambre”.
Hoy, cuando ha dado comienzo la conferencia de tres días del Fondo para la Alimentación y la Agricultura de las Naciones Unidas, FAO, en el discurso de apertura, el Secretario General de ONU Ban Ki -moon, anunció que cada 15 segundos muere un niño de hambre. Por si acaso consulté otras fuentes, porque este miembro de la secta Moon, no es persona de la cual se pueda uno fiar. Según un informe difundido por la organización Action Aid, la cifra cambia y nos dice que es cada 6 segundos cuando muere un niño de hambre, además, nos apunta que a partir del año 2005, la cifra de hambrientos ha aumentado en un 20%, por lo que ya, ni al mismísimo Ban Ki-moon se le ocurre esconder cifra tan escandalosa como son los 6, los 15 o los veinte segundos que media en la ejecución de un ser inocente e indefenso, condenado por este depredador y genocida sistema politico-económico.
Y es precisamente hoy, a pocos días de la celebración a bombo y platillo, del 20 aniverasario de la caida del muro de Berlín. A pocos días de que se nos recordara o se nos fabulara sobre los grandes desastres que produjo ese intento de socialismo y comunismo real en la URSS y los países del este, que se detuvo en mitad de su recorrido y nunca llegó a fructificar; nos dicen con la boca pequeña y sin apenas alarmarse, que este sistema liberal capitalista que promueven, alimentan e imponen los Estados Europeos y los Estados Unidos de America del Norte, este sistema actual del mundo desarrollado, como dicen los beneficiados y poderosos, ejecuta diariamente a más de diez mil (10.000) niños en todo el mundo. Y digo bien: ejecutan, o mejor: asesinan, porque son muertes que con un mínimo de voluntad serían totalmente evitables. Miren lo que gasta cada país de estos, desarrollados, en armamento, para después refundirlos cuando se quedan obsoletos o venderlos a los gobiernos títeres de los países empobrecidos y quitárles el pan de la boca a la población de estos países. O miren lo que se gasta en la investigación y modernización armamentística en cada país depredador. O miren como se arroja a la basura tantos exedentes de alimentos que no tienen cavida en el mercado o como se sacan leyes para que se dejen de producir alimentos y convertirlos en competitivos. Esto como ya decía Mahatma Gandhi es “robar el pan del estómago de los niños”. Esto es lo que ellos suelen llamar alegremente: un genocidio. Solo que, como este genocidio está perpetrado por ellos y saben que es el más violento y salvaje de La Historia de la Humanidad, lo callan, lo eluden, lo disimulan, lo enmascaran y lo silencian en los servicios de información y comunicación que han pasado a ser sus sicarios más obedientes, dóciles, sumisos y cobardes de todo el hediondo lodazal que les rodea y les pudre las entrañas.
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