jueves, 30 de septiembre de 2010

La Junta de Andalucía contra el Flamenco



Esa cantinela de declarar el Flamenco como patrimonio de la humanidad me traía ya un poco preocupado. ¿Patrimonio de la humanidad? A ver si conseguimos que lo sea de Andalucía... y después ya veremos.

El arte Flamenco, es una condición estrictamente andaluza, forma parte de la ideosincracia de cada pueblo andaluz, raro es el pueblo o comarca que no tenga su propia variante en cualquiera de los interminables palos en los que se divide. Utrera tiene su Soleá, Campillos tiene su Bambera o Almería tiene su propia Temporera. Cada cantaor puede tener su propio cante condimentado por su variante en la guitarra que acaba heredándolo su pueblo, porque el cante siempre enraiza en la tierra, esa tierra tan singular, compuesta por los minerales y nutrientes adecuados, para ser comprendido y sentido.

Sin embargo, raros son los momentos de apogeo vividos por este arte en nuestra propia tierra e incluso en sus pocos momentos de alza, ha necesitado defenderse de las corrientes musicales anglofonas, siempre más superficiales, más pegadas a la industria de las modas, la manipulación y el dinero. La última gran embestida de este arte, la pudimos vivir a finales de los '80 y principio de los noventa, capitaneada por una voz inolvidable, la voz de Camarón y unas manos prodigiosas para tocar la guitarra, como son las manos de Paco de Lucía. Hubo y todavía hay muchos artistas más, con unas condiciones magistrales que hacen al Flamenco admirable, pero fueron estas dos figuras las que engacharon a una juventud que hasta entonces se encontraban aleccionada por la propaganda de la industria musical, en la alevosa patraña de que el Flamenco era cosa de viejos que no entienden de música.

Este auge del flamenco que llega hasta nuestros días con recuperaciones de cantes antiguos, con fusiones interesantísima con otras músicas étnicas, con el resurgimiento de nuevos valores artísticos y nuevos y grandes investigadores de este universo, se vió sumamente impulsada por el ímpetu que cantaores, como Antonio Mairena, aportaron a partir de los '70, para reforzar definitivamente los festivales de los pueblos y las peñas flamencas. Los festivales y las peñas vienen siendo casi la única opción del desarrollo artístico y económico del colectivo de artistas flamencos. Más los festivales que la peñas, pues son más abiertos y llegan a más público y, sobre todo a más jóvenes. Los festivales y las peñas, por este orden, porque las empresas discográficas ibéricas, aún siguen como en los tiempos de la dictadura, cuando muchos de los buenos artistas flamencos se tenían que ir y aún se siguen yendo, a grabar al extranjero, sobre todo a Francia o a EEUU. Mi más sentido recuerdo a “El Chino”.

Los festivales son el alimento más nutritivo de nuestro arte andaluz, pero a los festivales les ha salido un enemigo muy fuerte: La Junta de Andalucía. Desde hace varios años las subvenciones para los festivales de los pueblos se han reducido considerablemente. Según informan el blog: http://flamencoesunderecho.blogspot.com/, y la red social: http://www.facebook.com/pages/Flamenco-para-los-pueblos-de-Andalucia-y-la-Humanidad/138686509499456?v=wall: “la Agencia Andaluza para el Desarrollo del Flamenco invirtió, en subvenciones, en 2009, un total de 2.308.270,89 €, de los cuales: 1.361.217,50 € en proyectos destinados principalmente a escenarios internacionales y teatros nacionales y comunitarios; 459.623,12 € para “Colaboraciones puntuales” (partida cuyos beneficiarios y criterios de adjudicación se desconocen); 175.600 para las actividades anuales de todas las Peñas Flamencas; 177.235 para los circuitos provinciales de recitales de las Federaciones de Peñas Flamencas y, finalmente, sólo 134.595,25 para la red de Festivales de los pueblos andaluces.” “Sólo con 900.000 € de esta inversión se organizarían 60 grandes festivales en Andalucía... pero lo que está sucediendo es que festivales como el de Montilla, La Parpuja de Chiclana, La Rambla, Ëcija o el de Castilblanco hayan ya desaparecido”.

La Junta de Andalucía, por tanto, se quiere cargar el flamenco. Yo no creo que sea una estrategia alevosa, es simplemente que no entienden este arte como arte y, como lo únio que los conmueve es el dinero, lo quieren reconvertir en eso: en negocio. De ahí, esta nueva estrategia de propagar lo de “Flamenco como patrimonio de la Humanidad”, campaña que inició la CEHA (Centro de Estuios Históricos Andaluces) con toda la buena intención de mundo y que aprovecha la Junta para subvencionar festivales en países de población propensa a ejercer el turismo y a cantaores fieles al régimen y sumisos a lo que conviene o no conviene que se cante. Es decir, hemos vuelto al franquismo y, como no, de la mano de un señor de Madrid, Griñán. Los tiempos en los que el flamenco o pseudoflamenco de pandereta, servía de reclamo al turista adinerado o al señorito de Madrid, como Griñán, que pedían a: “morancos y gitanos de esos de Andalucía que nos monten una juerga este fin de semana”, están nuevamente cerca.

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